Conociendo nuestro barrio: La quinta de Alicia Buffa

Sobre la Avenida Santa Rita -título grandilocuente para una huella de tierra como lo fue hasta 1990- se extendía una quinta de grandes dimensiones, largas 5 hectáreas en su período de máxima extensión, que lentamente se fue achicando, primero con la apertura de las calles Serrano, Hilario Lagos y El Zorzal, luego con loteos sobre Darragueira y la propia Santa Rita, reduciéndose a poco más de 1,5 hectáreas, hasta su desaparición y loteo definitivo hace apenas 20 años.

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Ubicación aproximada de la quinta de la familia Buffa en 1960

Esta quinta, perteneciente a la familia Buffa, fue trabajada durante décadas en régimen de aparcería por la familia Pastorini, los hermanos Pedro y Carlos. Pedro Pastorini luego abrió su propia verdulería sobre Carlos Tejedor, mientras que Carlos se mantuvo como quintero vendiendo directo al público solo la verdura de estación que el mismo cultivaba. En verano se podía ir desde tempranas horas de la madrugada a comprar verduras de hoja recién cortadas, o cosechar con las propias manos tomates, zapallitos o chauchas. Carlos siempre estaba con la azada o la hoz en mano, agachado desmalezando, acomodando los surcos o levantando las plantas con armados de cañas y ataduras de fibra de formio. Se golpeaba las manos para llamarle la atención. Una vez armado el pedido, sin mostrador ni bolsitas, se entregaba la mercadería sin mucho trámite.

A continuación va el relato de Mónica Liliana Pastorini, acompañado, en parte por un texto que se publicó en el diario Clarín en marzo de 2010:

Eran las tres de la tarde, un día de enero de 1962, y mi papá, Carlos Pastorini, se levantaba de la siesta, tomaba mate abajo del paraíso del patio de nuestra casa de la calle Thames, y en bicicleta, iba a una de las quintas que, junto a mi tío Pedro Pastorini, tenían en las Lomas de San Isidro (Buenos Aires).

Los terrenos no eran de ellos sino que los arrendaban a sus dueños, con quienes se compartía las ganancias. Esa tarde tocaba ir a la quinta de Alicia Buffa. Mamá preparaba un bolso con bebida fresca, hielo, sándwiches y galletitas. Atrás de mi papá salíamos nosotras (nuestra mamá Antonia, Mónica y Marta, mi hermana) para pasar la tarde en la quinta, lo que solíamos hacer de vez en cuando.

Podíamos entrar por la calle Santa Rita, pasando Darragueira, donde estaba el portón de caños y alambre tejido que llevaba a la quinta o bien por el pasaje Holmberg que daba al jardín y la casa de Alicia Buffa. 

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Portón o tranquera de la calle Santa Rita, por donde se accedía a la quinta de Alicia Buffa. Al fondo, cruzando la calle se ven las canchas de tenis que existían en el lugar por los años 80’s.

En un principio esta quinta quedaba justo al fondo del colegio de las Hermanas Trinitarias que está aún en Carlos Tejedor y Sucre (Boulogne Sur-Mer). Luego se fue loteando hasta su venta definitiva alrededor del año 1992.

Vista de la calle Santa Rita, mirando hacia Sucre. Aún de tierra y con zanja a ambos lados, la larga fila de ligustros a la izquierda limita la quinta de Alicia Buffa, que entrados los años 90’s aún cubría más de 150 metros de frente por 100 de fondo.
Vista de la calle Santa Rita, mirando hacia Sucre. Aún de tierra y con zanja a ambos lados, la larga fila de ligustros a la izquierda limita la quinta de Alicia Buffa, que entrados los años 90’s aún cubría más de 150 metros de frente por 100 de fondo.

En la quinta nos esperaban con agua refrescante, el tanque australiano y la pileta que Alicia tenia delante de su casa. Al costado del tanque estaba la bomba centrífuga, las cañas para enramar los tomates y chauchas, y las plantas de formio, de cuyas hojas se sacaban las hilachas para atar las acelgas y zanahorias. Pero lo que más nos interesaban eran las tunas, cuyos higos, nos deleitaban.

El invernáculo donde el esposo de Alicia Buffa cultivaba los helechos para el mercado de Flores. A la izquierda, la casa de campo a la que se accedía por el cul-de-sac Holmberg.
El invernáculo donde el esposo de Alicia Buffa cultivaba los helechos para el mercado de Flores. A la izquierda, la casa de campo a la que se accedía por el cul-de-sac Holmberg.

Alicia Buffa, vivía allí con su madre, ya anciana, su esposo Miguel Mari y sus hijos: Dorita y Miguel Ángel Mari (más grandes que mi hermana y yo). La casa era una típica casa de campo con paredes muy altas, rodeaba de árboles frutales, parras y muchísimas plantas con flores, que Alicia cuidaba con mucho esmero y que había pertenecido a su papá. Luego venía el campo (alrededor de cinco hectáreas) donde papá y mi tío cultivaban lechugas, tomates, chauchas, zapallitos, acelgas, ajíes, zanahorias, pepinos, rabanitos y choclos, para vender en el Mercado Dorrego.

Los verduras cultivadas por el quintero Carlos Pastorini, repollos ya semillados, al fondo plantas de chauchas y al medio un improvisado espantapájaros.
Los verduras cultivadas por el quintero Carlos Pastorini, repollos ya semillados, al fondo plantas de chauchas y al medio un improvisado espantapájaros.

Cuando ya teníamos los labios morados de tanta pileta o tanque australiano, y mamá lograba sacarnos del agua, nos secábamos, nos cambiábamos y lo obligado era sentarse en el patio con Alicia y su mamá a saborear pan con dulce casero de tomate o ciruela, con alguna gaseosa que mamá llevaba o que Alicia nos convidaba, algún sándwich. Luego nos íbamos a la quinta para ver qué hacía mi papá. En forma paralela en el mismo lugar, pero en dos hileras de invernáculos, Miguel Mari cultivaba helecho plumoso para llevar al mercado de las flores, reservando algunos canteros para que papá hiciera los plantines, por ejemplo, de tomates y de ajíes. Atrás de los invernáculos estaban las caballerizas y el galpón de herramientas.

Generalmente en verano se regaba con cierta frecuencia para no perder las cosechas y nos encantaba ver el chorro de agua cristalina saliendo del tanque australiano y surcando las acequias. Mi papá y mi tío, con azada en mano, abrían o cerraban el paso del agua permitiendo que llegue a todos los rincones de la quinta.

Cuando el sol iba cayendo, saludábamos y nos íbamos, cansadas pero contentas por esa tarde maravillosa que habíamos disfrutado.

Larga fila de frutales, durazneros y ciruelos, y la balanza de verdulero en la que se pesaba, siempre con yapa, las chauchas, tomates, acelgas, zapallitos y otras verduras que el quintero Carlos Pastorini cultivaba en el lugar y vendía a los vecinos.
Larga fila de frutales, durazneros y ciruelos, y la balanza de verdulero en la que se pesaba, siempre con yapa, las chauchas, tomates, acelgas, zapallitos y otras verduras que el quintero Carlos Pastorini cultivaba en el lugar y vendía a los vecinos.

Las fotos que acompañan fueron hechas por mi padre, Dieter, alrededor de 1992, poco antes del loteo de quinta y remoción de árboles y construcciones.